La mediocridad de los actuales dirigentes políticos del mundo se extiende como una sombra insidiosa, y el “efecto Dunning-Kruger” se convierte en una clave para comprender su ascenso y persistencia en el poder.
El efecto Dunning-Kruger, descubierto por los psicólogos David Dunning y Justin Kruger, revela cómo individuos con una incompetencia flagrante tienden a sobrevalorar sus habilidades. Estos líderes, presas de una peligrosa combinación de ignorancia y arrogancia, se presentan como expertos sin tener la menor idea de lo que están haciendo. Su confianza ciega en sí mismos y su incapacidad para reconocer sus limitaciones son un veneno para la toma de decisiones responsables y éticas.
La mediocridad y la falta de capacidad no son cualidades exclusivas de un solo país o sistema político. El fenómeno se ha extendido como una plaga, infectando líderes en todas partes. Ya sea a través de discursos grandilocuentes que carecen de sustancia o políticas sin fundamento, estos dirigentes mediocres perpetúan un ciclo de ineficacia y estancamiento.
La sociedad, por su parte, no puede escapar de su responsabilidad en esta perpetuación de la mediocridad. Nuestra tolerancia a la incompetencia y nuestra falta de exigencia permiten que estos líderes se mantengan en el poder. Nos conformamos con lo mínimo, y eso es lo que recibimos. La apatía y la falta de participación activa en la política sólo contribuyen a fortalecer este ciclo vicioso.
La solución a este problema radica en la educación y la conciencia ciudadana. Debemos cultivar el pensamiento crítico y exigir transparencia y rendición de cuentas a nuestros líderes. Debemos romper con la complacencia y alzar nuestras voces en busca de líderes competentes y comprometidos con el bienestar de la sociedad en su conjunto.
El legado de Günter Wilhelm Grass, el nobel de literatura, nos enseña que la sátira y la crítica pueden ser poderosas herramientas para desenmascarar la mediocridad y la incompetencia. Debemos seguir su ejemplo, utilizando nuestra voz y nuestra creatividad para desafiar el statu quo y buscar un liderazgo que esté a la altura de los desafíos actuales.
En última instancia, el futuro de nuestra sociedad y nuestra democracia depende de nuestra capacidad para reconocer y combatir la mediocridad en la política. Debemos esforzarnos por reemplazar la arrogancia ignorante con la sabiduría y la competencia, y solo entonces podremos construir un mundo más justo y próspero para todos.
El pensador Fabián Barrio, con el estilo directo y ácido que lo caracteriza, en su serie “Los Engranajes de Occidente” nos alerta sobre el avance de la mediocridad.