10 diciembre, 2024

Hoy, en un día donde las sombras parecen conspirar en contra de la luz, el teatro argentino y sus amantes lamentan profundamente la partida del inmortal Pepe Soriano. Por Nito Marsiglio.

Este querido actor, cuya figura trascendió el tiempo y el espacio, dejó este mundo terrenal, pero su legado artístico permanecerá imperecedero en nuestra memoria colectiva.

Pepe Soriano, cuyo nombre real era José Carlos Soriano, nació un día de diciembre en 1929, en Colegiales. Su vida fue una epopeya teatral, una travesía que se inició en las décadas del cincuenta y sesenta, y que lo llevó a erigirse en una de las columnas más sólidas del teatro argentino. 

Su voz resonaba con la profundidad de los siglos, su presencia escénica era un conjuro que conquistaba los corazones de quienes tuvieron el privilegio de ser testigos de su arte.

En el vasto repertorio de Soriano, destacó con particular brillo su encarnación de “La Nona”. Bajo las luces de los escenarios, transformó la figura de esa curiosa viejita en una encarnación de la humanidad misma, transmitiendo emociones que llegaban directo al alma del espectador. 

Fue un mago de las emociones, un alquimista que convertía las palabras en sentimientos y las tablas en un universo de sueños y realidades.

Pero Pepe Soriano no se limitó al teatro; su influencia se extendió a la televisión y al cine argentino, donde dejó una huella imborrable con sus interpretaciones memorables. Cada personaje que tocaba se convertía en un ser vivo, con sus miedos, deseos y pasiones, cautivando a la audiencia con su maestría.

La partida de Pepe Soriano nos sumerge en una tristeza profunda, como una lluvia perpetua que cae sobre el escenario vacío. Pero su espíritu, su voz y su presencia artística permanecerán en cada rincón del teatro argentino. 

Hoy, el telón cae en su honor, pero su legado perdurará en la eternidad, como una obra maestra que nunca se olvida. 

Descanse en paz, Pepe Soriano. Su arte seguirá vivo en nuestros corazones y en cada rincón de los escenarios, siempre y para siempre. Chau querido Pepe.

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