En los últimos tiempos, hemos sido testigos de un fenómeno que ha ganado terreno en Occidente: el auge de lo que se conoce como “políticamente correcto”. Esta corriente ha generado un debate acalorado sobre los límites de la libertad de expresión y la censura en los medios de comunicación. El “políticamente correcto” se ha establecido como un conjunto de normas sociales y discursivas que pretenden evitar el lenguaje y las actitudes que puedan ofender o discriminar a determinados grupos. En principio, su objetivo es fomentar la igualdad y el respeto hacia la diversidad. Sin embargo, existe un aspecto preocupante en este fenómeno: la restricción de la libertad de expresión.
En nombre del “políticamente correcto”, se han establecido una serie de tabúes y temas sensibles que se consideran inapropiados para su discusión pública. Esto ha llevado a una situación paradójica en la que ciertas ideas o perspectivas se consideran tabúes y, por ende, son silenciadas en los medios de comunicación. Si bien es importante evitar discursos de odio o discriminación, ¿dónde trazamos la línea entre la protección de los derechos de los individuos y la limitación de la libertad de expresión?
El control de expresión en Occidente a través del “políticamente correcto” ha generado una atmósfera de autocensura en los medios de comunicación. Los periodistas y los profesionales de la información se sienten presionados para evitar ciertos temas o abordarlos desde una única perspectiva aceptada por el discurso dominante. Esto puede conducir a una falta de diversidad de opiniones y a la imposición de una única verdad.
En la sociedad democrática, la diversidad de opiniones es esencial para el desarrollo y la evolución de las ideas. La libertad de expresión es un pilar fundamental que permite el intercambio de perspectivas, el debate y la búsqueda de la verdad. Sin embargo, el “políticamente correcto” amenaza con sofocar esta libertad, al establecer una lista de temas prohibidos o perspectivas no permitidas.
Además, el control de expresión a través del “políticamente correcto” puede generar un efecto contrario al deseado. Al silenciar ciertas ideas o perspectivas, se corre el riesgo de alimentar un sentimiento de rechazo o marginalización en aquellos que se sienten censurados. Esto puede alimentar movimientos contrarios al establishment y generar divisiones sociales más profundas.
Otro aspecto preocupante es la pérdida de la capacidad de la sociedad para enfrentar ideas contrarias. El “políticamente correcto” fomenta la idea de que el discurso ofensivo debe ser evitado en lugar de enfrentar y rebatir con argumentos sólidos. Esto puede llevar a una sociedad más frágil, incapaz de enfrentar y refutar ideas que puedan
representar un desafío intelectual.
El control de expresión a través del “políticamente correcto” también plantea interrogantes sobre quién tiene el poder de definir lo que es aceptable y lo que no lo es. ¿Quiénes son los encargados de establecer los límites del discurso? Esta responsabilidad recae en individuos, grupos o instituciones que pueden tener sus propios sesgos y agendas. Esto puede llevar a una situación en la que ciertas voces o perspectivas sean silenciadas o ignoradas simplemente porque no se ajustan a la visión dominante.
Es crucial recordar que la libertad de expresión no implica impunidad. Los discursos de odio o las expresiones que inciten a la violencia no deben ser tolerados. Sin embargo, es importante distinguir entre estos casos y las ideas y opiniones que pueden resultar incómodas o desafiantes. La libertad de expresión debe permitir el debate abierto y el intercambio de ideas, incluso cuando estas sean impopulares o controvertidas.
El “políticamente correcto” también puede limitar el progreso intelectual y la capacidad de aprendizaje. El cuestionamiento y el debate son fundamentales para el avance de la sociedad. Al imponer restricciones sobre ciertos temas o perspectivas, se corre el riesgo de estancar el pensamiento crítico y la búsqueda de conocimiento. La censura, incluso disfrazada de buenos propósitos, puede obstaculizar la capacidad de la sociedad para enfrentar los desafíos y buscar soluciones innovadoras.
Es responsabilidad de la sociedad promover el diálogo abierto y el debate constructivo, sin imponer restricciones arbitrarias sobre ciertos temas o perspectivas. La pluralidad de opiniones es esencial para la evolución de las sociedades democráticas y el desarrollo de soluciones a los desafíos que enfrentamos. En lugar de censurar, debemos fomentar un entorno en el que las ideas puedan ser confrontadas y debatidas, con respeto y apertura.
Como ciudadanos conscientes, debemos resistir cualquier intento de limitar la libertad de expresión y defender los principios fundamentales que sustentan nuestras democracias. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre el respeto y la igualdad, sin sacrificar la libertad de expresión y el intercambio libre de ideas. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente inclusiva, diversa y progresista.
Europa en estos momentos se enfrenta con mucha rudeza a este dilema en los medios y sobre esto nos habla Marc Vidal en su Vlog.